A Max. El único. Mi profesor. Quien firma esas palabras es nada menos que Charles Chaplin, el creador de Charlot, un personaje que con su bombín y su bigotillo debe muchísimo al actor francés Max Linder: una de las primeras estrellas mundiales de cine.
Se llamaba Gabriel Maximiliano Leuville y nació en 1883, unos años antes de que el cine estuviera ni siquiera inventado. Su familia tenía un negocio de vino en Burdeos y vivían bastante bien. Eran lo que se dice una familia acomodada. Pero Max (que todavía era entonces Gabriel Maximiliano) no tenía mucho interés en el negocio familiar y se fue a París a vivir la vida y a hacer teatro. Pronto empezó a participar en el cine con papeles pequeños. Se inventó un personaje llamado Max. Al contrario que Charlot, que era un vagabundo, Max era un personaje distinguido y elegante, y llevaba chaqué, botines de charol y una chistera de seda. Se le ocurrían las ideas más extravagantes y le pasaban mil cosas. Pero Max siempre salía de ellas sin perder ni un poquito de su elegancia.
Inventó un montón de gags (un gag es cuando, en una comedia, pasa algo muy rápido o inesperado que te hace reír) que luego utilizaron otros grandes actores cómicos como Charles Chaplin, Buster Keaton o los Hermanos Marx. Todavía hoy, cuando ves a alguno de tus actores favoritos hacer una payasada en una película, es gracias a este actor que inventó, hace más de 100 años, el lenguaje de la comedia.
Pronto se hizo famoso en todo el mundo y se convirtió en una de las primeras celebrities de la historia. Pero entonces llegó la guerra: la Gran Guerra. Y Max se fue a combatir. Y ya nunca más volvió a ser la misma persona. Fue como si la guerra le hubiera quitado las ganas de hacer reír al mundo y, aunque todavía llego a hacer algunas películas muy divertidas, algo se había roto dentro de él para siempre.
Cuando murió sus películas fueron literalmente enterradas: el hermano de Max, que fue el encargado de guardarlas, las enterró en el jardín de su casa por miedo a que provocaran un incendio (el material del que estaban hechas antes las películas ardía con muchísima facilidad). Cuando muchos años después su hija quiso recuperarlas estaban todas estropeadas, aunque con mucho trabajo de restauración, pudo salvar bastantes.
Max Linder fue olvidado junto a sus películas y sustituido en la memoria de los espectadores por otros actores que vinieron después. Pero, gracias a él, hoy nos reímos en el cine.
No Comments