¿Quién fue?

Buster Keaton

El cómico que nunca sonreía

Seguramente nadie, en la historia de cine, ha sido capaz de sobrevivir a tantas desgracias como los personajes que interpretaba este actor, con cara de palo, al que le pasaba de todo en sus películas: caídas, persecuciones sobre trenes en marcha, aplastamientos, avalanchas de agua… Absolutamente nada consiguió acabar con este gran personaje que protagonizó algunas de las escenas más recordadas de la historia del cine con las que hoy, casi 100 años después, seguimos riendo a carcajadas.

En realidad se llamaba Joseph Franz, pero pasó a la historia con el nombre de Buster Keaton. Cuando tenía solo seis meses, a su madre se le cayó de los brazos y rodó escaleras abajo. Fue un auténtico milagro que no se matara, pero no lo hizo. Desde aquel momento, las caídas y los mamporrazos se convirtieron en su forma de ganarse la vida. Un trabajo que hizo de él uno de los actores y directores de cine más famoso y divertido de todos los tiempos.

Los tres Keaton.

Aún no había cumplido cuatro años cuando se unió al espectáculo teatral de sus padres, unos famosos actores de vodevil (un tipo de teatro en el que había muchos números diferentes para hacer reír y entretener al público). Enseguida aprendió a hacer cabriolas y a caer sin hacerse daño y su padre empezó a utilizarlo en sus espectáculos haciéndole caer y lanzándolo en todas direcciones como si fuera un balón o un saco de patatas. El pequeño Buster no solo no se hacía daño si no que no movía un solo músculo de la cara y esto era lo que más divertía al público.

«Buster se había dado cuenta de que, cuanto más serio estaba, más se reía la gente, así que decidió que nunca, nunca jamás se reiría en sus películas».

Un día, paseando por Nueva York, conoció a Fatty Arbuckle, un cómico famoso que hacía películas y que le propuso unirse a su compañía. Buster empezó a hacer películas con él y enseguida empezó a hacerse muy popular y a hacer sus propias películas. Sus personajes de hombrecillo corriente al que la pasan todo tipo de cosas extraordinarias parecían encantar a todo el mundo. ¡¡¡Y todo ello sin mover ni un solo músculo de la cara!!!

Buster se había dado cuenta de que, cuanto más serio estaba, más se reía la gente, así que decidió que nunca, nunca jamás se reiría en sus películas. Lo que sí hacía era inventarse, todo el rato, escenas muy locas, complicadas y peligrosas para hacer en sus películas. Y las hacía él mismo porque, como hemos dicho, era un gran acróbata de sus tiempos en el teatro. Aún así, sufrió algún que otro accidente. Por ejemplo, durante el rodaje de El moderno Sherlock Holmes se rompió el cuello al caer arrastrado por un chorro de agua; en La casa eléctrica se rompió un tobillo mientras rodaba en unas escaleras mecánicas; los cañonazos de El maquinista de La General le dejaron inconsciente; también estuvo a punto de ahogarse ¡dos veces! durante el rodaje de La ley de la hospitalidad. La primera fue cuando el cable de seguridad que usaba mientras grababa una escena en los rápidos de un río se rompió. La segunda fue rodando en una cascada: tragó tanta agua que necesitó asistencia médica.

Además de un acróbata un poco loco, Buster era un gran perfeccionista. Sus películas estaban rodadas en escenarios naturales, construía réplicas exactas de las cosas que no podía conseguir y utilizaba muy buenos efectos especiales.

Todo ello le convirtió, junto a Charles Chaplin, en una de las grandes estrellas de cine de los años 20. El actor que hizo de su seriedad un sello y fue capaz de transmitir miedo, emoción, alegría y ternura sin mover un solo músculo de la cara.

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