Dos hermanos muy curiosos y un invento maravilloso
El 28 de diciembre de 1895 (¡hace más de 120 años!) se presentaba en un gran café de la ciudad de París uno de los inventos más revolucionarios: el cinematógrafo. La verdad es que no parecía gran cosa. Una caja de madera con un objetivo. Algo muy parecido a lo que eran las cámaras de fotos de la época. Pero cuando esa fría mañana de diciembre, las luces se apagaron en el salón indio del Gran Café de París, las 35 personas que allí se sentaban se quedaron mudas de asombro. Sobre una gran pantalla de color blanco aparecieron… imágenes en movimiento. La magia del cine acababa de empezar.
– Cuando se pasan muchas fotos muy rápido, el ojo (ayudado por el cerebro) se cree que lo que está viendo es una imagen moviéndose. –
Los espectadores estaban maravillados. En realidad, el cinematógrafo no creaba imágenes en movimiento, pero engañaba al ojo humano para dar la impresión de que existía movimiento en las imágenes. Cuando se pasan muchas fotos muy rápido, el ojo (ayudado por el cerebro) se cree que lo que está viendo es una imagen moviéndose. En general, la velocidad normal a la que tienen que pasarse las fotografías para que el movimiento parezca natural es de 24 por segundo.
Pero volvamos a nuestra historia en el Gran Café. Los inventores de este aparato que conseguía tomar las imágenes y proyectarlas en una pantalla fueron dos hermanos llamados Auguste y Louis Lumière, dos chicos bastante listos y curiosos cuyo padre tenía un laboratorio fotográfico. Utilizaron inventos anteriores como la linterna mágica o el kinetoscopio, un aparato parecido al suyo inventado por Thomas Edison pero que no proyectaba las imágenes sobre una pantalla, sino dentro de una caja en la que había que mirar por un agujero. Cuando los hermanos Lumière vieron el invento de Edison decidieron que había que sacar las imágenes para poderlas proyectar más grandes y para muchas personas a la vez. Y así nació el cinematógrafo: una caja de madera con un objetivo y una manivela que permitía grabar las imágenes en un rollo de papel fotográfico y proyectarlas después en la pantalla.
– Y así nació el cinematógrafo: una caja de madera con un objetivo y una manivela que permitía grabar las imágenes en un rollo de papel fotográfico y proyectarlas después en la pantalla. –
La primera película que se vio fue La salida de los obreros de la fábrica Lumière, que duraba 46 segundos. Aunque la más impactante fue La llegada del tren a la estación de La Ciotat, que asustó muchísimo a los espectadores porque creían que el tren estaba allí mismo e iba a atropellarles a todos.
El invento tuvo muchísimo éxito y pronto todo el mundo empezó a hablar de ello. Las proyecciones se llenaban y los Lumière empezaron a abrir salas de proyecciones en todas partes. Además, enviaron a decenas de jóvenes por el mundo, para que grabaran con sus cámaras otros lugares: Nueva York, Chicago, Moscú, Tokio, Londres, Venecia, Madrid… querían ofrecer el mundo al mundo. Así, desde el momento mismo de su nacimiento el cine empezó a ser lo que es hoy: un espectáculo mágico que nos abre puertas a mundos y emociones que no conocemos y que, por eso, nos hace mejores personas.